domingo, 27 de septiembre de 2015

SOMOS LAS PALABRAS QUE CUENTAN LO QUE SOMOS


Un abismo separa a las palabras de la realidad. Son dos conceptos distintos, que hasta resulta grotesco escribir uno al lado de la otro. Casi podría jurar que son opuestos. La palabra finge querer poder narrar la realidad, pero lo que en su lugar hace es llevar a las cosas a otro plano. Un plano donde la perspectiva es otra, donde las reglas son diferentes y donde lo que en el mundo es, ya no es; y lo que en la realidad nunca podría ser, allí se establece sin oposición alguna.

La palabra es un viaje. Es un vuelo, a veces con turbulencias, y otras muy tranquilo. Un vuelo que puede estrellarse, como llegar sano a donde debe hacerlo. Puede también ser un vuelo sin destino, un vuelo eterno, un vuelo sin conclusión alguna; o uno muy corto, con dirección exacta e inalterable. La palabra puede ser dolor, puede ser penas, puede ser llanto; y también puede ser risas, chistes y hasta sexo. La palabra es lo que uno quiere que sea. La realidad simplemente es; y hay que entenderla y vivirla.

La utópica actividad de tratar de escribir la realidad es mi cable a tierra. Intento apalabrar mi verdad. Llevar a ese plano de ensueño lo que, por definición, es imposible. Es ese empeño lo que a mí me gusta y lo que quiero hacer toda la vida. Bueno quizás no, pero hoy, sí, y en el plano de la realidad, el presente es la única cosa; y en el otro, ese que describí en el primer párrafo, no sé bien, supongo que si escribo que así sea, así será.

Nati

lunes, 21 de septiembre de 2015

Perdon


Vi una película de un viaje al centro de la tierra, porque se iba a acabar el mundo por un quilombo climático debido al freno del movimiento de la carga en el núcleo. Algo así. Otra vez: tuve ganas de ver todas las películas del universo. No dejar ni una pendiente. Las buenas, las malas. Me lo propuse, me gustó la idea. Sí, me voy a volver una cinéfila. Me encanta.

Y de repente, también quise aprender mucho sobre ese tema: acerca del mambo de las capas de la tierra, de geografía, del clima, de las catástrofes naturales, de la naturaleza!. Estaría bueno entender bien ese tema, discutirlo, poder explicarlo, acercarme, sumergirme, investigar. Voy a ponerme a leer al respecto. El mundo tiene misterios que no tienen desperdicio, que son, paradójicamente, "de otro mundo".

Pero mañana leo un libro de una ficción basada en la época del peronismo, por ejemplo. Y también mañana elijo leer todos los libros habidos y por haber, todos, convertirme en una culta lectora que se reúne en bibliotecas a discutir literatura con futuros cortazars (pero tomando Nesquik en lugar de café o whisky -o whisky capaz que sí aunque no te niego una birra-).

Y también mañana quiero llenarme de historia argentina: visitar museos, y viajar por el país a conocer las casas de todos los próceres, esa de la mancha de sangre a la que fui una vez en un campamento con la primaria, por ejemplo. Y mirar documentales y que me expliquen, asistir a cursos, saber, saber muchísimo, para además entender el hoy a la perfección sin necesidad de nada más que mi cabeza.

Pasado quizás charlo con un carpintero y quiero sumergirme en el mundo de la madera, y de las charlas; y sueño con una liebre y me muero por entender la vida de las liebres y de los sueños. A veces pienso que quiero apretar un botón y listo. Pero después pienso que todo perdería sentido así y sería igual a nada. Quiero incorporar todos los medios y todos los saberes, todos los sistemas y todos los contenidos. Todo. Todos.

Pero el tiempo. El Tiempo. El tic-tac insoportable. La sensación de que no alcanza, y de que es todo o nada, entonces me voy a dormir la siesta. Lo que mata no es el tiempo, sino la manera en que lo entendemos. Sólo sé que no sé nada (y que quiero saber todo).

Nati

sábado, 19 de septiembre de 2015

Viernes


Es viernes. Amo los viernes porque para mí significan que todo puede ser. Son promesa de cambio, y no es que esté mal con mi presente, pero los viernes tienen ese no-sé-qué de que ese fin de semana SÍ. No sé qué cosa SÍ, pero el viernes jura que algo va a pasar. Algo grande. Algo diferente. Tampoco es que uno anda queriendo que le cambie la vida, pero es como si sí. El viernes se siente como si sí.

El viernes es, técnicamente, el quinto día de la semana. Para mí es el primero. Porque sólo de la nada es que se puede crear absolutamente cualquier cosa. Es la expectativa. Es infinidad. Si fuera un número sería periódico. Si fuera un sonido sería ese pi que se escucha en la oscuridad más silenciosa. Y creo que no hay muchas más cosas así de infinitas como el viernes, y el pi, y los números periódicos, así que no voy a subestimarlo con otras comparaciones.

Para los japoneses y los coreanos, el viernes es el "día del oro". Los corrijo, señores con ojos chinos (sí, así de ignorante): es el día de salir a excavar a buscar el mineral más preciado. Pero quienes le dan el nombre al viernes son los griegos, por Venus. La diosa del amor. Sólo voy a atar cabos y decir que para quienes se desesperan por encontrar al sentimiento ese del corazón rojo al cual Venus representa; el viernes es la esperanza de que aparezca. Por la noche, o a la vuelta; entre tragos o en un colectivo; quizás el sábado o el domingo; pero es el "quinto" día de la semana el que lo promete, el que lo advierte, el que lo anuncia. Y el que la mayoría de las veces... miente.

Y aunque la mayoría de los amores sobre los que escuchamos todos surgieron un lunes, o un martes, o un miércoles, ahí va el tontito, soñando un viernes. Y despertando con una pesadilla (todo sin  la necesidad de dormir). Porque seguramente el sábado y el domingo tengas que cargar con un nuevo hoy tampoco. Y van...

Nati ☺

martes, 8 de septiembre de 2015

Hogar, dulce hogar.


No será perfecta, no estará tan decorada como me gustaría. No tendré un cuarto como el de las revistas, no estará ni un poquito ordenada. Pero es mi casa. El mundo puede estar viniéndose abajo, pero adentro de estas paredes, nada parece pasar realmente. En esta semana hiper angustiante que tuve, lo único que me animaba era saber que acá adentro, nada de todo lo otro era verdad. Es como si fuera una verdad paralela, como si acá yo estuviera a salvo de todo, y las cosas malas que pasan "allá afuera" acá no me movieran ni un pelo.

Supongo que ésto no me pasa sólo a mí. Que no es mi casa mágica, si no que cada uno siente su casa como algo especial. Adentro, somos inmortales, somos inmunes a cualquier enfermedad y a cualquier mal. No importa si estás peleado con el mundo, si nadie te quiere, si tenés un par de asesinos locos buscándote o si repetiste por décima vez. Estás en tu casa, en tu lugar, en tu terreno. Nada puede pasar.

Por eso, por más que las vacaciones están bárbaras, me di cuenta que extrañé esa sensación de sentirme intocable, de sentirme 100% a salvo. Como bien dije, es una sensación, ya que cualquier cosa puede pasarnos siempre. Pero bendita sea esa sensación ya que no se puede estar todo el tiempo temiendo morir, sufrir, equivocarse, etcétera.

Por más que estas cuatro paredes tal vez estén hartas de nuestros gritos, peleas, risas desaforadas, de irse a dormir tarde conmigo y levantarse temprano con papá, de verme saltar y correr cuando estoy de buen humor y llorar y gritar cuando el mundo se viene abajo; por más que se hayan cansado de todo eso, creo que algún cariño nos deben tener, porque apenas abro la puerta y piso el parqué del living, por única vez, me siento realmente resguardada de toda la mierda y todas las mierdas que me podrían afectar.

Pobre el Chavo, para sentirse realmente cuidado tenía que estar muy incómodo.

Nati

60% de engancharme

El amor es bello. Aparece como algo que no sabíamos que lo necesitábamos, aparece para hacernos ver que es nuestro todo, para ha...